Desde siempre se ha hablado del gran abismo que existe entre la academia – universidades – y las empresas – sector empresarial –; y la enorme dificultad que representa tanto para las universidades como para las empresas esta gran vacío en el medio de los dos sectores que parece no tuviera fondo;  al parecer no se está educando a los futuros profesionales dentro del contexto de la realidad que se vive en las empresas y éstas a su vez sólo demandan ciertos tipos de profesionales con experiencia en el sector en temas muy puntuales.

Esta es una discusión que siempre ha existido y creo va a existir siempre; ya que sin importar cuantos esfuerzos se hagan desde cada una de las partes, la concepción siempre será la misma: “la academia y la empresa van por caminos muy distintos”.

Desde el momento en que ingresé a la universidad, ya hace algunos añitos en 1993, empecé a escuchar esta discusión y realmente nunca le presté atención por que inicialmente no entendía a qué se referían y luego no le di ninguna importancia al asunto; pero lo cierto es que el tema existía y aún existe.

Si bien es cierto que el desarrollo y los avances en la calidad de la educación y el desarrollo en el sector empresarial han sido bastantes y de grandes dimensiones, aún hoy día se mantiene la misma posición desde ambas partes, claro está con las consabidas metas logradas en el transcurso de los años y gracias a la disponibilidad de las personas en cada sector para mejorar esta situación.

Es por ello que pese a la persistencia de la discusión hoy en día, me permito argumentar que ese abismo no existe como tal y en realidad lo que se tiene es una brecha de tiempo entre la academia y la empresa que necesita ser mejorada constantemente pero que siempre existirá porque es parte del proceso correcto de formación y crecimiento de cada persona en su profesión así como el de las empresas.

En las universidades existen dos tipos de estudiantes: diurnos y nocturnos; siendo los que pertenecen a la jornada diurna quienes está un poco más desconectados de la obligación de contar con un trabajo remunerado, y siendo los que pertenecen a la jornada nocturna quienes forman parte del mundo empresarial pero en su gran mayoría no relacionado con la disciplina de estudio de cada estudiante. Esto generar un panorama difícil de abordar ya que cada universidad adapta su metodología de enseñanza y filosofía a cada jornada para formar un grupo de profesionales acorde a la visión y corriente propia de cada institución; y esto lo establecen gracias al trabajo de análisis e interpretación de un gigantesco grupo de variables dentro de las cuales está el escuchar a las empresas y sus necesidades puntuales y generales, al presente y a futuro.

Las empresas obviamente buscan su beneficio propio y la forma de crecer con la fuerza y trabajo en equipo de sus empleados y colaboradores; por ello también analizan y estudian muchas variables para saber cómo se comporta su mercado y cómo se comportará en el corto y mediano futuro; esta información se la transmiten a las universidades para que estén enteradas y así mismo sepan las competencias que requieren y requerirán al interior de sus compañías; esto es trabajo en conjunto.

Ningún estudiante recién graduado, salvo contadas excepciones, llegará a una empresa, a un empleo inicial, conociendo de antemano la forma en que la empresa se “mueve”, ni contará con las competencias específicas requeridas por la empresa para ese cargo inicial; eso es ilógico y si ese fuera el objetivo pues entonces cada empresa debería tener su propia universidad para formar los empleados específicos que necesita.

La academia, léase la universidad, forma y prepara a cada estudiante con ciertas habilidades duras y blandas, generales y esenciales para que, una vez graduado, desempeñe una serie de actividades y funciones durante el resto de su vida ya sea como empleado o independiente o emprendedor o empresario en una disciplina específica; es la empresa quien una vez adopta dentro de su familia un nuevo integrante, la encargada de complementar esa formación con habilidades y competencias muy específicas que son requeridas según sea el sector en el que se desenvuelve la empresa, y que marcarán la forma en que cada empleado ejercerá sus funciones por el resto de su vida; es por ello la importancia de esa complementación en la formación porque es ahí exactamente cuando la ética y la calidad  son definidas e integradas a cada persona para el ejercicio de su cargo; esto requiere de algo vital que es el tiempo y que no se aprende de la noche a la mañana, sino con el transcurrir de los días, meses, años, lo que permite la correcta complementación a la formación de cada persona y que le otorga la experiencia que le servirá toda la vida.

Esta es la razón por la cual existe es una brecha de tiempo necesaria entre la academia y la empresa, la cual debe ser transitada con nuevos elementos que permiten complementar una formación que cuenta con unas bases sólidas y un “entrenamiento” para ejercer una profesión específica independiente de la empresa y sector en que se esté.

Tal vez lo que se requiere es un poco más de trabajo colaborativo entre academia y empresa para conocer mucho mejor el mercado, su comportamiento y su futuro, para con ello poder realizar I&D&I (investigación, Desarrollo, Innovación) en ambos sectores y con ello poder generar propuestas y soluciones que permitan el crecimiento y alcance justo de la sociedad en la mayoría de sus aspectos para que como ciudadanos individuales podamos aportar en los demás aspectos faltantes y que tanto se necesitan.